Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Después de una noche sin dormir y de sufrimiento, de ser golpeado e insultado, torturado y despreciado, Jesús, Hijo de Dios e hijo de María, se encuentra en la presencia de Poncio Pilato, gobernador Romano de Judea y juez supremo del pueblo de Israel. Jesús es acusado injustamente de ser un traidor a Cesar por los lideres religiosos y políticos judíos de su pueblo.
Jesús sabía que este día iba a pasar, porque desde el principio de su ministerio, los sumos sacerdotes, los fariseos y los lideres de Israel comenzaron de acusarlo injustamente. Temprano, formaron una alianza para condenarlo a la muerte. Hoy, lograron eso.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
En esta segunda estación, conmemoramos el momento cuando Jesús comienza a caminar por las calles de Jerusalén por la última vez en su vida. ¿Cuántas veces ha caminado por estas calles en su vida, con sus papás, José y María, con sus discípulos, saludando gente y platicando con amistades?
Esta vez, los soldados ponen una cruz pesada sobre sus hombros, que va a ser el instrumento de su muerte. Su cuerpo torturado y sangrado, casi no aguanta el peso de esa cruz. Además, conoce bien que son los pecados de su pueblo que aumenta el peso de su cruz. Aspira una oración: Ayúdame, Padre, cargar a mi cruz.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Después que Jesús tomo algunos pasos, no aguantó el peso de la cruz. Lo más que deseaba no caer, todo su cuerpo lo traiciono. Sus rodillas se doblaron, sus brazos perdieron fuerzas, sus manos soltaron la cruz pesada y de repente, se encontró boca abajo en la calle, sus rodillas y codos raspados por las piedras del camino.
Hasta este punto, todo el mundo lo conocía como una persona fuerte y sana. El pueblo nunca lo habían visto tirado en el suelo o en la calle. Allí en el suelo y la tierra del camino, Jesús siento la vergüenza de una persona honrada y respetada que había caído de un alto puesto. Quería esconder su cara. Deseaba no levantarse. Sin embargo, busco las fuerzas interiores para levantarse y seguir caminando.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Siguió caminando, arrastrado por los soldados y escuchando los insultos y maldiciones de la gente quien lo seguía por el camino. De repente, vio a su mamá con sus brazos extendidos, como cuando él era un niño corriendo en la casa. Sus ojos, lagrimosos y muy tristes. Los dos sufriendo un dolor inconsolable.
Como deseaba su madre, La Virgen Dolorosa, de abrazarlo como su hijo amado. Y como Jesús quería decirle que entendía su dolor y sus preguntas. Ninguna madre debería a tener esta experiencia, ver a su hijo inocente hacer tratado como un criminal común. En su corazón, María rezaba: Ayúdame aceptar tu voluntad.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Los soldados pueden ver que Jesús ya no puede más con cargando su cruz. Allí en la esquina de la calle, miran a un hombre joven y fuerte, esperando cruzar la calle. Se llama Simón. Un soldado lo trae por fuerzas a Jesús y lo hace que toma la cruz en lugar de Jesús.
Simón no sabe lo que está pasando. No es de Jerusalén y no está interesado en la política que se está llevándose a cabo. No conoce el preso que carga la cruz o la razón porque lo llevan a crucificarlo. Si resiste, puede ser que lo crucifican a él también. Sin decir una palabra, Simón coje la cruz como algo liviano. El Vía Cruces sigue a su destino.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús está muy agradecido que ya no tiene que caminar soportando el peso de la cruz. Sin embargo, los dolores de los golpes que recibió la noche anterior con una noche desvelada y una corona de espinas clavada en la cabeza lo estaban haciendo más débil con cada paso. Las gotas de sangre estaban escurriendo por toda la cara. Casi no podía ver.
Antes que alguien se diera cuenta, una mujer, llama Verónica, cubre la cara de Jesús con su velo, y limpia la sangre y lo sucio acumulado allí. Los soldados no llegan a tiempo. Verónica corre entre la muchedumbre con su velo, imprimido con la faz Jesús intacto. Un acto de caridad ayuda a Jesús seguir el camino al calvario.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Los pasos que toma Jesús son más lentos y los dolores más intensos. En su corazón, Jesús sabe que su tiempo de vivir aquí entre nosotros está cerca. Sin embargo, Jesús está decidido a cumplir con la Voluntad de su Padre y no va a dejar que los dolores de su cuerpo lo detengan de cumplir con su misión.
Jesús pisa en una piedra suelta y se resbale un poco y luego cae por la segunda vez. Allí, tirado en la calle, comienza a sentir un poco mejor. Sufre la tentación de quedarse allí, para no sufrir más. Pero conoce la Voluntad de su Padre, y con un esfuerzo grande, se levanta otra vez mas para continuar con su compromiso de redimir el mundo.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
La gente que acompaña a Jesús a Gólgota, el monte donde lo iban a crucificar, lo hacían por varios motivos. Algunos cargaban un odio fuerte en su corazón. Otros, sentían tristeza. Algunos de los discípulos, desesperación. Para ellos, la muerte de Jesús indicaba el término de la esperanza que tenían para un nuevo amanecer.
Cuando Jesús oyó las lamentaciones de las mujeres dolientes de Jerusalén, se detuvo un poco para hablar con ellas. “No lloren por mí,” les dice Jesús, “sino para ustedes.” Jesús les estaba diciendo que su muerte no iba ser el fin, sino el comienzo de una nueva época. No podemos perder nuestra confianza con Dios.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús levanta a sus ojos y puede ver el cerro donde un grupo de soldados están haciendo las ultimas preparaciones para crucificar a tres personas, dos ladrones y a el. Le cuesta andar, tan débil y adolorido esta. Se siente mareado y está perdiendo su balancea. Se cae por la tercera vez.
En ese instante, Jesús se siente completamente impotente. Ya no puede hacer nada por su mismo. Se encuentra otra vez mas boca abajo en la calle. No tiene las fuerzas para levantarse Echándole maldiciones, los soldados lo levantan en una manera brusca. Ya perdió toda su dignidad.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Por fin, han llegado al lugar donde lo van a crucificar. Los soldados comienzan a romper toda su ropa que tiene puesta, dejándolo completamente desnudo. Toda su vida, se ha conducido con dignidad, vistiéndose modestamente, sin dar ningún escándalo. Pero en el momento de su muerte, todo el mundo lo mira como un pobre hombre desnudo.
Caminando por todo Israel, Jesús tuvo compasión a los más necios de esta vida, los que habían cometido adulterio, los que no respetaban a su propia persona, los que habían perdido toda vergüenza. En el momento de su muerte, Jesús sufre esta indignad inhumano de estar completamente desnudo. No hay ningún lugar donde se puede esconder.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Los soldados son expertos en esta forma de dar muerte a un criminal. Han crucificado a muchos, no solamente en Israel, pero por todo el mundo romano. Acuestan a Jesús sobre la madera de la cruz, extendiendo sus brazos en el travesaño, preparando sus manos y sus pies para clavarlos en la cruz, con máximo efecto.
Los clavos rompen por la piel de las manos y de los pies con cada martillazo, y el sonido se puede oír por todos rumbos. La gente, oyendo el ritmo de los martillazos, se pone silencio. Algunos respiran en una manera que se oye por todos presente. Otros comienzan a llorar. Muy pronto, no se oye nada. Los soldados han cumplido su trabajo.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Los soldados levantan las cruces de los crucificados, para que todo el mundo los puede ver. Jesús comienza a fijarse a todos que lo acompañado en este Vía Cruces. Mira a todos los que lo torturaron y los perdona. Mira a los criminales crucificado con el, y ora por ellos. Ve a su mamá y el discípulo amado, y hace los arreglos necesarios para el futuro de ellos. Alza su voz para rezar el salmo 22. Finalmente, termina con una oración a su Padre Amado.
Respirando su ultimo respiro, dice: Entre tus manos, mi Dios, encomiendo mi Espíritu. El autor de toda lo que hay, muere sobre su cruz.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
En un instante, todo cambia. Los soldados determinan que Jesús está muerto, atravesándole el costado con una lanza. De repente, un señor, nombrado José, llega con una escalera, monta la cruz y con ternura, comienza a bajar el cuerpo de Jesús, con reverencia. Es un trabajo delicado. Acomoda el cuerpo de Jesús en los brazos de su Madre, La Virgen Dolorosa.
Todos están traumatizados. No pueden hablar ninguna palabra. Los corazones de todos presentes bajo de la cruz están llenos de tristeza y confusión. Este es el momento para consolar a María, la madre de Jesús y a comenzar el tiempo de luto para todos que creían en Jesús. María, la Madre de Jesús, guarda todo esto en su corazón.
Te adoramos, oh, Cristo, y te alabamos.
R: Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
El grupito reunido bajo de la cruz comienza a hacer planes para sepultar el cuerpo de Jesús en una tumba nueva cercana. Solamente les queda un par de horas de luz para hacer todo, como el día próximo iba ser sábado y un día muy importante para el pueblo Judío. José y un compañero que se llama Nicodemo, envolvieron el cuerpo de Jesús con especias perfumadas en un sudario de entierro. Entonces, situaron el cuerpo de Jesús en la tomba.
Las mujeres que acompañaron a Jesús en El Vía Cruces también siguieron el cuerpo de Jesús y notaron donde lo había sepultaron. Hicieron planes para regresar el domingo por la madrugada para seguir con los ritos funerarios del pueblo Judío. No iban olvidarse de Jesús el Nazareno que fue crucificado hoy.
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